Defender la catolicidad y abrazar la fe de nuestros ancestros, es tarea de todos los mireños, como factor espiritual en la búsqueda del deber ser y como factor de identidad social de todo un pueblo.
El culto a Maria madre de Dios, culto mariano, en donde se rinde tributo a la bien amada, a la elegida, en sus particulares advocaciones, para, por su intermedio buscar la protección de quien tiene todo honor y toda gloria, es decir de Dios Padre y de su hijo Jesús, dice el ilustre historiador carchense, Amilcar Tapia Tamayo, que se inicia en el siglo V de nuestra era, citando al padre Vicenzo Cefernni, esto permitió que el cristianismo en Europa adquiera una fuerza simbólica y representativa, como religión monoteísta y se consolide su hegemonía hasta el día de hoy en el hemisferio occidental.
Este proceso de difusión de la religión católica para el siglo XVI, estaba ya estructurado y las diferentes ordenes concebían su institucionalización fundamentada en la Madre del Salvador Jesucristo, y se expandió en la mayoría de los rincones del mundo, la Virgen María entonces representaba para las culturas y para los pueblos simbólicamente una de las tres virtudes teologales, la caridad o la voluntad de servir o el deseo de ser útil o la predisposición de entregarse, (entre otras).
La orientación colectiva hacia la creencia en el papel de la divinidad hacia una feminidad, talvez no obedezca completamente a una tradición católica occidental, los pueblos andinos tenían una diversidad de cultos con nombres que denotaban un rol de género maternal, ya que la naturaleza se conjugaba en su propio lenguaje y contenido semiótico como femenina, de igual forma sus actividades primigenias: las montañas, la lluvia, la luna, las nubes, las plantas, las flores, la cosecha, la siembra, la comida, etc.
Adorar a la Virgen María y por intermedio de ella buscar la protección de Dios, fue desde el inicio la tarea más importante de todas las órdenes religiosas en su papel de cruzada y de transmitir la buena nueva de la Divina Providencia. Y a este sentir, a este tipo de concepciones, existía la predisposición ancestral abierta por parte de los grupos sociales que habitaban el Ecuador de ese entonces.
En los más de 130 años de la presencia contínua de la Companía de Jesús en Mira (1630?-1767), esta enseñanza de adoración a la virgen Maria, debió transmitirse de generación en generación y quedó bien arraigada no sólo en la población del cantón, sino también en sus alrededores, el doctor Amilcar Tapia después de un prolijo trabajo de investigación concluye que la fiesta de la Virgen de la Caridad se inició el 2 de febrero de 1698, en forma colectiva y organizada, pero la adoración hacia nuestra Patrona se inició desde muchos años atrás y fue creciendo paulatinamente este culto especial hasta llegar a la fecha indicada en la que el padre Valdospinos estableció la devoción a la Sagrada Imagen de la Virgen de la Caridad.
El padre Cefernni, citado por Tapia, continúa su explicación diciendo que “la fiesta de la presentación de la Virgen en el templo se la festeja cada dos de febrero en razón de que se cuentan cuarenta y dos días luego del nacimiento de Jesús. Además, eran también cuarenta días los que, según la tradición judía, tenían las madres para presentar a su primogénito y luego proceder a su propia purificación” por lo que esta veneración también se la conoce como la Virgen de la Candelaria, Virgen de la Purificación, Virgen de la Caridad del Cobre, Virgen de la Purísima Concepción, etc., pero en Mira esta generalizada la denominación de Santísima Virgen de la Caridad y con cariño la llaman “La Churona”, “La Chamizuda” etc.
En los anales que fueron investigados por el historiador carchense anteriormente mencionado, al describir a la sagrada imagen en 1700 nos dice “La Virgen Santísima de la Caridad, patrona del pueblo y que ocupa el nicho principal de la iglesia, es de madera esculpida y tamaño mediano, con esgrafiado y dorado en su manto. Al pie tiene tres pequeños ángeles y se asienta sobre una media luna de plata bruñida de muy buen gusto.” Y dada su singular belleza, existen versiones que van desde que fue traída desde Cuba, que fue tallada por miembros de la Escuela quiteña o que fue un trabajo encargado y realizado por el escultor Diego de Ordóñez.
Quizás sea uno de los pocos casos en que los recorridos de esta santa y venerada imagen, anualmente tenía por costumbre visitar todos los pueblos y caseríos existentes en el cantón y fuera de él, por lo que se vio la necesidad de disponer de dos imágenes, para que una siempre esté en su Santuario. Por lo que se puede confirmar no sólo sus múltiples milagros sino también la veneración popular y de adoración especial de casi todos los habitantes de la Provincia del Carchi y de Imbabura, razones éstas para que su Eminencia el Cardenal Pablo Muñoz Vega en claro reconocimiento histórico de su presencia y protección la proclamó el 24 de marzo de 1964, como “Reina del Carchi”.
A Ella, la madre de Dios, en la advocación de la Virgen de la Caridad, están ligados todos los procesos sociales, todos los referentes culturales, antropológicos y económicos, Ella es nuestro mayor referente espiritual, es nuestro refuerzo permanente de identidad y si hoy recorre los hogares de los mireños residentes en Quito, Ibarra, Tulcán y otras ciudades al igual que anteriormente lo hacía a los rincones más apartados de nuestra geografía, esperamos que este espacio virtual también visite los hogares de los mireños en cualquier parte del mundo, María es madre y la Virgen de la Caridad es sinónimo de protección para los “eternos caminantes mireños” donde sea que se encuentren.
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